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Calle La Feria años 30. Colección Fundación Mazuecos

Nº 2 — Cartas a Musulen- LA FIESTA DEL SANTO BASTIÁN

  • Última modificación de la entrada:21 de enero de 2021

Mª Soledad Salve Díaz-Miguel

Al comenzar el nuevo año dos festividades marcan el calendario festivo de Alcázar de San Juan. Ambas comparten el frío invernal, el ardor de las hogueras y la participación popular: una es la de San Antón, y la otra la de San Sebastián. De la vida de este último sabemos que nació en las Galias (Narbona); según San Ambrosio se formó en Milán, fue centurión de la primera cohorte en tiempos de Diocleciano y denunciado por exhortar a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden del emperador fue atado a un poste en el centro del Campo de Marte y sirvió de diana a los arqueros.

Aunque su iconografía en España ha sido y es muy variada, ha evolucionado desde su representación antigua como un anciano barbudo hasta la actualidad en que aparece desnudo y asaeteado como un soldado, con su rostro sereno sin rastro de dolor y aureolado con la corona floreada de la victoria. De ahí que por las flechas que lo martirizaban, la gente lo reconocía como el patrón de los arqueros y sin duda lo identificaba con el médico celestial que cura la peste. Un hecho peculiar en Alcázar de San Juan es caracterizar esta imagen, al igual que la de San Antón, con una banda que cruza en diagonal el cuerpo, siendo su primera bordadora Pilar Campo Serrano en 1940.

La devoción al Santo se difundió por toda Europa en el siglo XVI, y aunque en la actualidad no sabemos la fecha exacta de su implantación en Alcázar, si que existen varias referencias desde comienzos del siglo XVII relacionadas con su ermita primitiva. Las dos primeras corresponden a dos testamentos del año1603 que se encuentran en el Archivo Histórico Municipal. Por el de Bartolomé Sánchez Villajos conocemos que se estaba haciendo la tribuna de la ermita a cuya obra dona seis ducados; y por el de su mujer, María Serrano, pidiendo que se digan seis misas en ella, confirmamos que ya estaba consagrada y se celebraba culto en la ermita. Era un edificio de grandes dimensiones, situado extramuros de la villa y de las canteras de su entorno se sacó parte de la piedra para la construcción de las Casas del Ayuntamiento en el año 1612. A finales de ese siglo consta que ya contaba con su capellán, el Lcdo. Pedro de Sevilla, quien atendía a las necesidades religiosas y que con motivo de la asistencia de muchas personas para hacer oración así de día como de noche para ganar muchas indulgencias aprovechaba su presencia pidiendo limosna. Al ser recinto sagrado sirvió no sólo de refugio a los reos que huían de la justicia, como en el caso de Alfonso de Orea quien se retrajo en la ermita de San Sebastián en 1686, sino también de lugar de acogida cuando en 1746 se quedaron en la calle, ante la falta de recursos, la mujer e hijas del que había sido alguacil mayor de gobernación y allí pasaron cinco días.

26 de enero de 1936. https://hermandadsansebastianalcazar.blogspot.com
Junta Directiva. 1955. Colección de Cesáreo Gallego Sánchez Mateos.

Con motivo de la última gran epidemia de tercianas del siglo XVIII y en medio del debate sobre la mala salubridad provocada por los enterramientos en el interior de las iglesias el Gran Prior, Infante D. Gabriel, decidió utilizar las ermitas extramuros de los pueblos como espacio sagrado del cementerio que se colocaría en su entorno. La orden firmada en Aranjuez el 15 de mayo de 1787 fue puesta en práctica por el gobernador D. Vicente Pérez quien con ayuda de las justicias, párrocos y médicos de cada pueblo del Priorato de San Juan eligieron los respectivos enclaves. Aquí en Alcázar se decidió que la ermita de San Juan fuera la del cementerio de Santa María y la de San Sebastián para el de Santa Quiteria.

En los primeros meses de 1804, se hace una cerca alrededor de la antigua ermita para formar el camposanto pero no será hasta el año 1813, con la presencia francesa, cuando se realizará la primera inhumación en el nuevo cementerio hecho que tuvo lugar el 20 de enero en la persona de Francisca Castellanos. Su nuevo uso como ermita cementerial no impidió su deterioro y en un informe hecho por el aparejador D. Joaquín Pérez en 1815 dice “que es tan total su ruyna que no allo otro arbitrio que su completa demolición”, pues sus grandes dimensiones hacían muy costoso su reparo, por lo que propone reducirla a una tercera parte de su volumen reformando lo que servía de capilla mayor. Ante su derrumbe en 1904 se intentó su reconstrucción con las piedras del antiguo Pósito dedicándola a escuela pública de niños en 1910.

La actual ermita se realizó en 1946 en los terrenos cedidos por el ayuntamiento junto al colegio. Es rectangular de una sola nave con techumbre a dos aguas y una espadaña rematada en una cruz que, según una vecina del barrio, procedía de la iglesia de San Francisco.
La existencia de la ermita desde el siglo XVII estuvo unida a la fiesta en honor del Santo, aunque la primera referencia documental no la encontramos hasta 1690. En la noche del 19 de enero de ese año se celebró la pólvora y las hogueras junto a la iglesia de Santa Quiteria y al día siguiente la procesión presidida por los priores de las dos parroquias con sus respectivas cruces y acompañados del clero de cada una de ellas.

Calle La Feria años 30. Colección Fundación Mazuecos

A principios del siglo XX, la información la recoge Emilio Paniagua en el periódico local “La Hoja Parlante” de 1908, dando noticia de la hoguera que se prendió en la explanada de las Escuelas, y otras muchas particulares que se hicieron a las puertas de las casas de todo el barrio, amenizadas con las tradicionales tortas en sartén, mantecados y mistela. También comentaba Emilio, en sus famosas Efemérides, que en la procesión de ese año los alcazareños se sorprendieron con la profusión de cohetes prendidos por algún labrador de los de rompe y rasga con un astillón de cepa. Al mediodía se realizó la comida ritual de “arroz con gallo muerto” que procedía de una tradición ya perdida, como era la de correr gallos. Ésta se escenificaba, justo después de subir al Santo, en las esquinas de la calle del mismo nombre junto al Arenal o en la explanada de lo que fue el cementerio de San Sebastián, poniéndose una soga de lado a lado donde se colgaban los gallos boca abajo atados por las patas para que el caballista lanzado a la carrera tuviera que arrancar la cabeza, hecho que por su crueldad dejó de realizarse hace ya bastantes años. Tradiciones perdidas éstas, como la venta de las pajarillas a cinco céntimos por “La Balbina”, los torraos hoy sustituidos por la venta de barquillos y galletas de Eloy o el salto a la comba en la plaza del Arenal a la subida del Santo.

La celebración de aquel año se mantuvo en la memoria colectiva por el enorme gentío que asistió, las carreras de los caballistas, los clásicos zurras, los cantares de los quintos en su primera salida, y el concierto de música en la glorieta del Arenal, aunque este último debió suprimirse por el año de 1915, pues en las noticias de prensa posteriores nada se dice de esta interpretación musical. Además contaba que acompañando al alcalde don Ezequiel Ortega asistió un jefe militar que, luego se supo, era el gobernador civil de la provincia quien había venido a cumplimentar a SS.MM. los Reyes a su paso hacia Sevilla en un tren especial.

Al ser proclamada la II República en el mes de abril de 1931, las disposiciones gubernamentales prohibieron las manifestaciones religiosas externas que culminaron con su desaparición durante la Guerra Civil. Terminada la contienda, en 1940 se recuperó la tradicional festividad y al no existir la ermita como tal, la procesión terminó en una casa particular adecentada con vistosos ropajes colocados para la ocasión; y para mantener vivo el espíritu y el desarrollo de la fiesta el 9 de diciembre del año siguiente se creó la actual hermandad.

San Sebastián

En los años 50 se le puso luz eléctrica a la carroza, ya que hasta entonces la única iluminación que llevaba el Santo a su bajada de la ermita era la de los cohetes. En 1969 se adquiere la nueva imagen y debido a su gran peso, que dificultaba el traslado a hombros, se le hizo una nueva carroza, hecho referido por Emilio Paniagua, ya que su padre sufragó ese año la fiesta en acción de gracias por haber superado el servicio militar su hijo tal y como marcaba la tradición en nuestro pueblo.

La fiesta del Santo Bastián se ha mantenido con los obligados cambios que los tiempos marcan y ha sabido preservar el calor de los alcazareños hacia su Santo. Es, por tanto, parte de nuestro patrimonio socio-cultural que debemos conservar y transmitir como festividad de más de tres siglos de historia en nuestra ciudad.

María Soledad Salve Díaz-Miguel.
Licenciada en Filosofía y Letras, sección Geografía e Historia por la Universidad de Granada. Profesora de Enseñanza Secundaria en el Instituto  Miguel de Cervantes Saavedra de Alcázar de San Juan. Y, en la actualidad se dedica a la investigación histórica en diferentes ámbitos.
San Sebastian. Concha García Vaquero
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