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EVOLUCIÓN DE LA TÚNICA

Nº 6 – LA TÚNICA DE LA REINA

  • Última modificación de la entrada:20 de abril de 2022

Javier Calamardo Murat.

En mayo de 1858, el paso de Isabel II por la estación de ferrocarril de Alcázar de San Juan fue aprovechado por D. Fernando Romero, capellán de la iglesia de la Santísima Trinidad, para manifestar a la Reina el deplorable estado en que se encontraba la túnica de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se buscaba una simple ayuda económica por parte de la Casa Real, pero la respuesta superó con creces lo esperado, pues unos días más tarde, la Camarera Mayor de Palacio, Dª. Rosalía Ventimiglia y Moncada d’Aragona, se puso en contacto para pedir las medidas de la talla de Jesús Nazareno, con objeto de que los talleres reales comenzaran cuanto antes los trabajos de confección de una nueva túnica.

Casi cuatro años después, el 21 de marzo de 1862, la túnica llegó a Alcázar, custodiada por sus creadoras, las bordadoras mallorquinas Rosa y Margarita Gilart Jiménez, siendo recibida con entusiasmo en la localidad. Una vez introducida en la urna encargada para la ocasión, y sacada de la estación a hombros por cuatro sacerdotes, el cortejo, escoltado por guardias de Infantería y Caballería, partió en procesión camino de la iglesia de la Santísima Trinidad. Una vez allí, la urna se colocó en el lado derecho del altar mayor y se entregó la llave al capellán, quien, al igual que el Alcalde D. Inocente Álvarez de Lara, agradeció a las bordadoras el trabajo realizado y mostró su gratitud hacia la Excelentísima Duquesa de Berwick y de Alba, y hacia los monarcas por la preciosa dádiva hecha a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. A continuación, el Vicario eclesiástico diocesano D. Juan Bautista Berenguer bendijo la túnica, se engalanó la talla con la nueva vestidura, se colocó en un lateral del presbiterio y se celebró una función religiosa que finalizó con la entonación de un Tedeum en acción de gracias.

Como muestra de gratitud por el valioso obsequio, la Hermandad de Jesús nombró a S.M. la reina Isabel II y a su augusto esposo hermanos mayores honorarios y les remitieron el título y la lista de esclavos de Jesús, a lo cual la soberana contestó aceptando amablemente tan honrosa distinción y otorgando a la cofradía la titulación de Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Descripción de la túnica

La túnica era de terciopelo morado y estaba forrada de glasé del mismo color, y sus medidas eran de una vara y siete octavos de largo por cuatro varas de vuelo en la parte inferior. Toda ella estaba adornada con una riquísima guarnición bordada en oro a medio relieve, en la que además del Arma Christi – objetos asociados a la Pasión de Cristo– se encontraban diversos bordados en la escotadura, en las mangas y en el pecho.

A todo ello había que sumar un escapulario bordado también de oro sobre raso blanco, con el distintivo de la Esclavitud y la Cruz Trinitaria de Cristo en sus caras, un precioso cordón de oro de seis varas de largo con dos magníficas borlas en los extremos y un cordón de mano con cinco tubos bordados de oro en representación de las cinco llagas de Nuestro Señor, con una magnífica borla dorada en una extremidad y en la otra un pasador para sujetarlo a las manos de la talla. Sin embargo, el paso del tiempo ha hecho que, a día de hoy, estas piezas se hallen en paradero desconocido.

La escotadura tiene forma de ‘V’ y su decoración, de carácter vegetal, se extiende tan solo por delante, finalizando a la altura de los hombros. En cuanto a las bocamangas, estas presentan un bordado idéntico, a excepción del motivo del medallón oval que las preside. En el caso de la bocamanga derecha, el motivo elegido fueron tres clavos de cabeza cónica anudados mediante un lazo, identificados como los clavos con que Cristo fue crucificado, mientras que en la izquierda el motivo elegido fueron tres dados que simbolizan el sorteo de las vestiduras de Cristo por los soldados romanos.

El medallón oval de la parte delantera de la túnica está cercado por dos franjas doradas que albergan 24 florecillas, compartimentadas en grupos de tres mediante fajas orladas de bodoques. En el centro se representa una cruz radiante con la inscripción INRI, de cuyos brazos menores cuelga un sudario blanco. A los lados de este medallón central se repite una composición de estructura triangular, de inspiración plateresca, compuesta por decoración de candelieri: roleos, hojas de acanto, cornucopias, flores… Se trata del bordado más visible de la prenda, por lo que supera en tamaño al resto, llegando a la altura de la cintura. El bajo de la túnica presenta una cenefa bordada idéntica a la de las bocamangas, con dos franjas enmarcando motivos geométricos en forma de fíbula con decoración lobulada, que circunda todo el perímetro del faldón. En el centro de la cenefa, una cartela dorada de forma irregular alberga una inscripción con letras bordadas en hilo negro, que identifica a los donantes de la túnica, la imagen destinataria del regalo y el año en que se realizó: “SS.MM. los Reyes Católicos Dª Isabel 2ª y D. Francisco de Asís a Ntro. Señor Jesús Nazareno: venerado en la Iglesia de Trinitarios de Alcázar de San Juan – Madrid – 1861”.

Los tres medallones restantes del faldón completan el programa iconográfico pasional de la túnica. En el medallón de la parte trasera se representan el cáliz de la Última Cena, la caña con la esponja empapada en vinagre y un látigo, símbolo de la flagelación; en el medallón del lateral derecho, la escalera del descendimiento, la mano de Caifás, una antorcha y la lanza de Longinos; y en el del lateral izquierdo, la columna a la que Jesús fue atado, los flagelos con los que fue azotado y la caña que le entregaron a modo de cetro, junto con la corona de espinas, para burlarse del Rey de los Judíos.

La primera restauración

En 1936, pese a la destrucción de las imágenes de la iglesia de la Santísima Trinidad, la túnica regalada por Isabel II se salvó gracias al Depositario Municipal, D. Carlos Gómez, quien escondió la histórica vestidura en una caja del archivo del Ayuntamiento. En 1939, al finalizar la guerra civil, la túnica se colocó junto al manto de la Virgen del Rosario en el balcón de la Casa Consistorial para presidir una función religiosa, oficiada por un sacerdote castrense local desde el desaparecido kiosco de la música de la Plaza. Sin embargo, el lamentable estado de la prenda, seriamente apolillada y bastante deteriorada, obligó a someterla a un costoso y arduo proceso de restauración.

El terciopelo fue traído de París por los propietarios de las bodegas Zulaica, en plena Segunda Guerra Mundial, a petición de D. Daniel Mínguez Angora, el primer presidente de la Real e Ilustre Cofradía de Jesús Nazareno de Alcázar de San Juan, mientras que la confección de la nueva túnica se encomendó a Dª Ana Laguna (esposa de D. Fernando Campillo). Por último, el traslado de los bordados de las hermanas Gilart fue encomendado a las monjas del convento de religiosas trinitarias de clausura de San Clemente (Cuenca), que realizaban loables labores de confección. Tras ocho meses de trabajo, la túnica remozada fue estrenada en la siguiente Pascua de Pentecostés.

La túnica en la actualidad

A día de hoy, la histórica túnica no es lucida por la talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado ni en la procesión de la mañana del Viernes Santo, ni en la de Pentecostés. De hecho, ni siquiera es vestida por la imagen durante su exposición diaria en el altar de la iglesia de la Santísima Trinidad. La razón radica en su antigüedad, su valor histórico y, sobre todo, en su notable deterioro. Es por ello que desde hace varios años, la túnica es conservada en el monasterio de clausura de la Inmaculada Concepción y Santa Beatriz de Silva de Alcázar de San Juan, bajo la custodia y cuidado de las monjas concepcionistas.

Han pasado ocho décadas desde que los bordados de las hermanas Gilart fueron trasladados a un nuevo terciopelo, lo que se tradujo en que la imagen del Nazareno luciera durante muchos años y en numerosas celebraciones religiosas y procesiones esta joya textil, hasta que se compraron o regalaron otras túnicas que pudieron sustituirla.

El análisis de la túnica hace patentes los múltiples deterioros que sufre, pese a conservarse colgada, sin ser sometida a doblez alguno. El mayor de los desperfectos es la pérdida del terciopelo debajo de la escotadura, lugar sobre el que se situaban las manos de la talla y donde se anudaba el cordón. También es apreciable el desgaste y algunos pequeños agujeros por el uso, en las mangas y en la zona de los hombros, provocados por la fricción con el escapulario. A esto deben añadirse la pérdida de lentejuelas, los fragmentos deshilachados y la degradación del color del terciopelo en algunas partes, tanto por el paso del tiempo como por las inclemencias meteorológicas acontecidas en las numerosas procesiones.

Sin embargo, pese a los desperfectos, ningún alcazareño ha olvidado aquella preciosa túnica que la reina Isabel II regaló al pueblo como muestra de su gratitud y devoción.

Javier Calamardo Murat

Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Castilla la Mancha y Doctor por la misma universidad en Investigación en Humanidades, Artes y Educación. Tiene un Máster de Investigación en Letras y Humanidades y otro en Formación de Profesorado de ESO, Bachillerato, FP e Idiomas. En la actualidad imparte clases de Geografía e Historia en el IES Consaburum de Consuegra (Toledo). Ha realizado ponencias en diversas instituciones culturales y ha publicado artículos académicos en revistas especializadas, como «Arte y Patrimonio», «Boletín de Arte» y «Revista de Estudios del Campo de Montiel», entre otras.
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