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Colección Antonio Galán, Años 50

Nº 7 – Cartas a Musulen – NOTICIAS DE LAS LAGUNAS DE VILLAFRANCA

  • Última modificación de la entrada:16 de agosto de 2022

Félix Patiño Galán

Hasta prácticamente los años 50 del siglo pasado, en los que se inaugura la piscina Marcris en la localidad de Alcázar de San Juan, los sitios de baños en los meses de calor de verano eran los humedales de la zona, adquiriendo mayor importancia las cercanas lagunas y baños calientes de la vecina localidad de Villafranca de los Caballeros, donde, además de refrescarse las personas, también tenían ocasión de hacerlo los animales, a los que se les reservaban las zonas donde el carrizo era más abundante, haciendo estos la inmersión en el preciado líquido de los acuíferos naturales.

Colección Fundación Mazuecos
Colección Fundación Mazuecos

El solo hecho de ir a las lagunas de Villafranca, conllevaba una serie de preparativos que se realizaban con anterioridad al viaje; primero, las gentes del lugar preparaban el carro con las mulas. El carro se conformaba con una pieza denominada “entálamo”. Esta tenía forma de arco, aunque a veces también era cuadrada, realizada con cañizo o esparto. Aparte de cumplimentar el vehículo, dicho utensilio hacía de caseta y de vestuario una vez que la familia se instalaba en dichas lagunas. Otro utensilio que las familias de Alcázar llevaban consigo, era la lámpara de carburo, cuya potencia lumínica hacía las delicias de los asistentes. Si no se tenían estas piezas en propiedad, normalmente se le pedía a un conocido que se las prestara para los días que iban a estar en el lugar.

En cuanto al baño, se solía hacer con las personas uniformadas con sacos de arpillera o de lona y algunos subidos en una barca que iba de una orilla a otra de la laguna en la que aprovechaban y deleitaban al personal con su música. El uso de estos artilugios de navegación era vigilado por varias personas, que cobraban por su utilización y también por el acceso a la zona, siendo el coste entorno a unos cincuenta céntimos de las antiguas pesetas. Los más atrevidos y que ya tenían algún conocimiento de natación, se cruzaban la laguna de punta a punta y, en algunas ocasiones, apostaban a ver quién era el primero en cruzarla.

Era un baño totalmente familiar y de ocio, donde las gentes cocinaban lo que iban a comer ese día, mediante fuegos cercanos a la orilla de las lagunas, e incluso había personas que se dedicaban a vender conejos y pollos vivos, aunque la mayoría ya los traían de casa. Estos eran matados y arreglados en el mismo lugar, para que luego fueran degustados en cualquier ágape que se hiciera en familia o entre amigos, exageraciones que fueron desapareciendo con los nuevos tiempos. Conforme fueron pasando los años, se  desarrollaron los baños, apareciendo los medicinales, en los que el yodo del fondo de la laguna y las aguas calientes aledañas, hacían las delicias de los alcazareños y de todos los visitantes de las lagunas. En 1950, con la instalación dentro del casco urbano de la piscina Marcris en Alcázar, las visitas a Villafranca fueron decayendo, aunque mucha gente siguió y sigue yendo a refrescarse.

Estas lagunas eran un sitio siempre concurrido, no solo por personas de Alcázar, sino “por familias de las villas del Campo de San Juan, con aguas cálidas de sales beneficiosas y cienos medicinales que eran solución para afecciones de huesos y de piel”. Así se podría definir el complejo lagunar de Villafranca de los Caballeros durante los siglos pasados.

En los meses de julio y agosto, las “puertas” (accesos al agua entre zonas de carrizo) de la laguna Grande las ocupaban carros entalamados familiares. Estos, en algunas fiestas, cercaban completamente la orilla. Cientos de bañistas, locales y forasteros, poblaban las playas terrizas: la puerta de Alcázar, la puerta de Villafranca, el Cerro, y el baño de Adán y Eva.

Cada temporada se repetían algunas historias: el enfado de los bañistas por el cobro de los baños a los forasteros; el mohín de desagrado de la señorita que toca el fondo cenagoso con los pies; algún bañista ahogado por “meterse en lo hondo, donde no se puede hacer pie” o por sufrir un corte de digestión, siempre consecuencia de alguna imprudencia; la exigencia de los encargados de los baños de que los mulos se llevaran lejos del borde del agua, para no ensuciar la zona de paseo y de baño, que era respetada a regañadientes por los dueños de los animales; la sugerente moda de traje de baño: ellos, con bañador hasta la rodilla y, a veces, con camiseta de hombrillos; ellas, con el saco de lona que cubría más allá de las rodillas; y los habituales tenderetes de sandías y melones.

A veces, este mundo estival que se formaba después del trabajo en la era, desaparecía por uno o dos años, ya que la sequía convertía la laguna en una honda llanura cubierta de sal. Al año siguiente, el tiempo volvía a su ser y la laguna acogía de nuevo a las familias humildes de bañistas.

Lo dicho es la historia de un emplazamiento que fue conocido así en los lugares del entorno. Ahora, es un paraje natural digno de estudio y disfrute. Las lagunas y la dehesa colindante forman un ecosistema único, que se mantiene gracias al trabajo de unos pocos especialistas y al respeto que le rinde una comunidad comprometida.

Colección Antonio Galán, Años 50
Colección Antonio Galán, Años 50

Estas lagunas, vistas desde la historia de Villafranca de los Caballeros, son algo más que un lugar de baño: un recurso económico, sanitario y social. Desde que tenemos memoria como pueblo, la pesca ha supuesto la única manera de saborear pescado fresco: las tencas. El carrizo, que ahora vemos como un estorbo o como un precioso contenedor ecológico de fauna y flora, fue el segundo recurso. Las persianas, los toldos o zarzos y las bases de los techos de teja, se han fabricado desde antiguo con este material, que se obtenía de la laguna, segándolo cuando alcanzaba una altura suficiente. Y, por fin, las tierras colindantes de la dehesa, han supuesto una fuente, magra, de pastos.

Pesca, carrizo y pastos, tres productos que se añadían añadieron a la pobre producción de esta villa agrícola y de artesanía escasa. El Ayuntamiento alquilaba las lagunas, para pesca y carrizo, a particulares que las gestionaban con sus beneficios. En 1675, el Concejo de Villafranca arrienda las lagunas por tres años para su producto de pesca y carrizo a Agustín Fernández Mazarambroz, vecino de la villa, y otros siete socios más, en mil reales cada año, “siempre que éstas no se sequen”[1]. Así viene ocurriendo hasta que el Gran Prior, el infante don Gabriel de Borbón, se hace con el derecho de uso de las lagunas en 1786, después de firmar el censo enfitéutico que le da el control de “la dirección, administración y guarda de ellas[2], a cambio de un pago de 600 ducados anuales al Ayuntamiento. El carrizo lo siguió recogiendo el pueblo con permiso del prior. La propiedad completa del recinto de las lagunas y de la dehesa la recupera el pueblo en 1927. Desde entonces, la dehesa y las lagunas componen el actual complejo de 400 hectáreas, visitable, bien conservado y guiado.

Rastreemos la influencia de las lagunas en nuestra historia, y demos un repaso a lo que se ha escrito sobre ello en el pasado.

1º.- Comenzamos en los juzgados, el profesor Javier Avilés Villarejo señaló una sentencia ejecutoria de la Chancillería de Granada, sobre un pleito iniciado en 1554, en la que se reconoce al Concejo de Villafranca el derecho a llenar sus lagunas con las aguas del río Gigüela[3]. Ya tenemos constancia de su existencia y de su importancia para el Ayuntamiento, preocupado de que no se sequen.

2º.- Según las Relaciones de Felipe II de 1575 referidas a Villafranca, se dice:

(…) y que en los términos de ella hay dos lagunas de agua salobre las cuales cogen agua de que el río dicho de Xigüela corre, (…)[4]

3º.- El Catastro del Marqués de la Ensenada sobre Villafranca, en 1752, en la respuesta número 23 del interrogatorio al Concejo:

Ídem es propio dos lagunas que en ella se cría un género de pescado que nombran tencas, las que anualmente se arriendan y producen por un quinquenio dos mil reales. Previniéndose se secan en algunos años por no ser el agua que tienen maniantal y para echarles se saca del Río que nombran Gigüela.[5]

4º.- En 1769, el alférez de la Real Brigada de Carabineros, Domingo de Aguirre,  escribió una descripción completa del Gran Priorato, en la que se refiere a las lagunas de Villafranca como sigue:

Tiene tres lagunas a distancia de un cuarto de legua por el camino de Quero. Las dos mayores de agua dulce con un caz y una compuerta que viene desde el río Xigüela a distancia de un cuarto de legua y comunica el agua a las dos lagunas que las divide una calzada cuando les conviene en tiempo de las corrientes del Río, y son abundantes en pesca, y aves que acuden a ellas. La otra es más pequeña y lleva sal.[6]

5º.- En 1784, el cardenal Lorenzana, proporcionó un documento único a los historiadores cuando pasó un cuestionario a sus párrocos en la archidiócesis de Toledo. El prior párroco de Villafranca, a la sazón frey don Alfonso Luján y Cañizares se empeñó en hacer una completa descripción de Villafranca. En cuanto a sus lagunas dice:

Un cuarto de legua de esta villa y propio de ella, entre el N y el O, hay dos lagunas que sólo las divide una cespedera con algunas bocas por donde se comunica el agua de una a otra. (…) hay un caz del río a la laguna de más de ¼ de legua de largo y en él tienen una compuerta a modo de celosía y en disposición que entren las aguas y no pase ninguna pesca.

 Estas dos lagunas crían mucho y crecido carrizo y en tal disposición que la naturaleza lo puso todo alrededor para que le sirviese de muralla y sólo tienen tres sitios que llaman puertas y lo son pues todo lo demás es impenetrable. El interior está claro y por lo más profundo, estando llenas, será de catorce a quince cuartas de agua. Su suelo está cubierto de media vara de cieno muy suave y cargado según se ha hecho analizar, de un sal catártico marino que sirve de nutrición a la pesca aventajándose a otras de otros sitios en lo sabroso por no gozar de estas cualidades, se ceban con carpas y se crían éstas de cuatro, seis, ocho y diez libras.

Don Alfonso, optimista e ilustrado, define las lagunas con gran rotundidad y mira la pesca propia como algo sabroso y abundante, y nombra el carrizo y la dehesa circundante.

6º.- El Diccionario Geográfico de Pascual Madoz de 1850, donde encontramos las siguientes afirmaciones:

(…) SIT. en una llanura bien ventilada; es de CLIMA templado y sano; pero en el caso de secarse las lagunas que distancian ¼ leg., y que sucede cuando el río Gigüela no corre, se padecen enfermedades agudas y pútridas (…)

Al N. de la villa hay una laguna de ¾ de leg. de circunferencia, cuyo mayor fondo es de 4 varas y se ceba con las aguas del Gigüela por medio de una compuerta de hierro; sus aguas son salitrosas, muy semejantes á las del mar, por cuya razón los naturales de aquellos pueblos se bañan en ella y la experiencia ha acreditado sus maravillosos efectos (…)

PROD. : (…) pesca de carpas y tencas en las lagunas, (…)[7]

Tenemos constancia de años áridos en los que las lagunas se secaron. Según información del Catastro de Ensenada, 1749 fue uno de estos años y, el siguiente, como viene siendo costumbre, sería corto en producción de pesca[8], porque sus aguas necesitaban cebarse de nuevo con crías de tencas que se traían Ruidera o del Algodor. Hay que entender que las lagunas eran utilizadas como una piscifactoría natural para Villafranca. En las cuentas del Gran Prior sobre la enfiteusis de las lagunas, hemos encontrado años de lagunas secas: se secaron totalmente en 1799 y en 1801 y estuvieron al borde de la sequía en 1804. Es llamativo que los años finales del XVIII y de comienzos de XIX, sean además los que se recuerdan de mayores avenidas del Amarguillo.

He aquí las lagunas con sus aguas medicinales, cálidas y amables que desaparecen de cuando en cuando, víctimas de un clima riguroso. El bullicio del verano de esta Laguna Grande ya pertenece a otra época en la que los hombres y las mujeres sabían escuchar a la Naturaleza y la entendían como parte de su sociedad. Ahora, dehesa y lagunas son vistas con otros ojos, que descubren un medio físico inigualable, digno del esfuerzo de todos para su conservación.

[1] Archivo Histórico Provincial de Toledo. Protocolos notariales.
[2] Archivo de Palacio Real. Archivo del Infante don Gabriel. Secretaría 277 – cont.
[3] Pasado, presente y futuro. Lagunas de Villafranca de los Caballeros (2010). Ayuntamiento de Villafranca de los Caballeros. Página 12.
[4] Relaciones Histórico Geográficas de Felipe II. 30-12-1575. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. J.1.14
[5] Catastro de Ensenada. Examen de peritos a thenor del Interrogatorio de la letra A. Folio 367.
[6] Domingo de Aguirre. Descripción histórica del Gran Priorato de San Juan de Jerusalén en los reinos de Castilla y León. 1769. Biblioteca Nacional de España. Página 96.
[7]  Madoz, Pascual, Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus posesiones de ultramar (1850). Tomo XVI. Madrid. Página 142.
[8] Catastro de Ensenada. Copia del privilegio de Almotazanía y Correduría. https://www.familysearch.org/
FÉLIX PATIÑO GALÁN
Catedrático de Educación Secundaria en la especialidad de Geografía e Historia, jubilado. Su segunda vocación es la investigación histórica de su entorno, de Villafranca de los Caballeros, actividad que compagina con la creación y dirección del Taller de Historia de Villafranca de los Caballeros “La línea del tiempo” que ha cumplido su cuarta edición.
 
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