LA FERIA Y LA CASA DE LA TROYA
Alfredo Musulem Benavent y Francisco José Atienza Santiago
Añoranza sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo querido, forma de recordar su infancia y adolescencia que cada año con la llegada de la Feria y Fiestas de Alcázar se desarrollan con alegría, participación, pero también parece imposible, no evocar al recuerdo de años pasados, como suele pasar con algunos asistentes donde la experiencia de la vida les hace recordar ciertos sentimientos que le hacen aflorar esta añoranza.
También se da el caso de personas que por motivos personales y profesionales no pueden disfrutar de la misma por la lejanía. Hoy en día este anhelo es menor ya que a través de otros medios, como las redes sociales entre otros ese espíritu festivo llega a cualquier parte del planeta donde muchos de los alcazareños ausentes residen y reciben noticias del desarrollo de la misma.
Con este artículo queremos recuperar esa feria pasada, esa festividad local donde casi todo el mundo hacía algo, y que normalmente todo el mundo podía ir a todo, hoy un hecho casi imposible por la multitud de actividades que la conforman, es un acontecimiento en donde siempre las personas se permiten gastar en artilugios y en ocio, con el tiempo estos elementos han ido evolucionando como no podía ser de otra forma, aparte de las atracciones que hoy existen, en la feria existían otras costumbres que con los años y como casi siempre por falta de demanda, se han ido perdiendo, como cuando a finales del siglo XIX venían los fotógrafos a retratar a quién quisiera a la feria, hoy se puede hacer desde cualquier móvil, también en esta época se adquirían los típicos calderos que habían feriado, venían las vistas esos cajones que se ponían por fuera del recinto donde se veían ciertas imágenes, o el tío de la rueda con premios gordos que nunca tocaban, o la gitanilla de los carrizos con molinos de papel de colores, sujetos con alfileres, los puestos de los buhoneros, los títeres de las fieras feroces que tenia dentro del telón donde gruñía el payaso imitando sus rugidos. En cuanto a los alimentos no han cambiando mucho respecto a la feria pasadas, son los mismos que existen en la actualidad, lo que si ha cambiado son las costumbres entorno a ellos, como el caso de las almendras saladas que solo se comían en la feria o el hecho de que las novias eran obsequiadas con un cucurucho de almendras, como símbolo de cortejo. En cuanto a los juguetes tan relativamente fáciles de conseguir por los niños y niñas en la actualidad, antiguamente no los tenía nadie y los elementos de juego eran improvisados por los mismos chicos y chicas con lo que caía en su mano, se jugaban a juegos como el caliche con un tarugo, las cajas con las cerillas, la taba con el hueso del cordero que se comían en las casas, etc. Y si durante la feria, había algún padre afortunado en la rifa le tocaba alguna muñeca, normalmente se guardaba para cuando se hiciera la chica grande y casi nunca era usada o se estropeaba poco a poco, encima de la cómoda sin salir de la caja que tenía colocada cuando la rifaron.
Los tres días de feria antiguamente (8, 9 y 10 de septiembre).En los años treinta del siglo XX, se cambiaron las fechas a los días 1 al 4 del mismo mes, entre las razones que se alegaron para el cambio de fecha es que se iba a celebrar un certamen musical, como así fue. Después de la Guerra Civil, en 1.939, se volvió a su primitiva fecha.
También la feria contaba con actuaciones culturales como la celebración de los Juegos Florales, el Concurso Vestido Barato, creada por la sociedad Recreativa Alces, las venidas de bandas de música de otras poblaciones, y los famosos bailes de Feria que se celebraban en los distintos círculos y casinos de la localidad, que poco a poco junto con los navideños eran los mas visitados por todos los alcazareños y de los pueblos limítrofes.
En cuanto al emplazamiento de la Feria ha ido cambiando con los años, del que primitivamente ser celebrada en la plaza vieja y plaza de la Fuente (actual Plaza de España), donde Gonzalo Fernández Pintado, frente a su farmacia ponía su puesto típico de las orzas, cantaros, barreños y tinajas y donde el ocio quedaba en un segundo plano y premiaba la compra de productos de primera necesidad, hasta que en 1955, se traslado el Ferial a la Plaza del Arenal, ya que la Plaza se iba quedando pequeña y no facilitaba la movilidad de las personas, por lo que se hacía preciso esta innovación; como fue el traslado al Arenal, multiplicándose, la importancia de la misma, con más atracciones y carruseles.
Los conciertos de música de la feria se hacían en la plaza de la Aduana donde se situaba la casa de “la Troya” lugar que va centrar la atención en este artículo como un lugar emblemático de muchos habitantes que la han conocido, jugado o residido en ella.
Estamos hablando ya de los años 50 cuando el “Espejo Mágico” hacía furor entre los asistentes, donde al subirse en él, las gentes se veían de diferentes formas y hacían de hazmerreír del público en general, las sillas voladoras, el tira pichón, el tren de la bruja, la noria en la esquina del antiguo bar Marcelillo, que hizo las delicias del personal asistente, porque desde ella se podían ver hasta los tejados de las casas. Una actividad ferial que permaneció en esta calle y aledañas hasta prácticamente finales de los años 60 en el que el recinto ferial se cambia a la zona del “Orujo” para luego pasar entorno a 1976 a su ubicación actual donde lleva instalada unos 40 años.
Pero la feria trae consigo que los vecinos de las calles donde se instalaba la misma la vivieran de diferente manera como es el caso de la cercana casa de “La Troya”, una torre de babel de gentes que vivían en esta Plaza de la Aduana, en plena posguerra y sin trabajo hacían lo que podían para poder sobrevivir dedicados en su mayoría al estraperlo de productos alimenticios, relojes, cromos, etc hacían las delicias de su clientela y cuyo callejón con una portada que se comunicaba a la Rondilla de la Cruz Verde, y un portón que daba a la plaza La Aduana flanqueado por la droguería de “Los Maldonados”, a continuación la carnicería de Santiago y al otro lado una tienda de patatas, situada en donde hoy hay sendos bloques de pisos, era un centro neurálgico para la celebración de distintos acontecimientos, donde compradores y vendedores se mezclaban con los distintos niños que en ella vivían y los foráneos que en ella jugaban o utilizaban su servicio comunitario antes de ir a su casa, para poder seguir jugando en la cercana plaza del Arenal, centro neurálgico este donde se concentraban los distintos chicos y chicas de las diferentes calles aledañas a jugar.
Esta Plaza de la Aduana de cuyo nombre se desconoce su procedencia desde el siglo XIX estuvo poblada de comercios y donde vivió el médico Leoncio Raboso, Tomás Sánchez Tembleque que realizó grandes operaciones mercantiles en la ciudad, Frutos Sánchez animador cervantino por excelencia, o el escritor José Corredor-Mateos que nació en esta misma plaza en 1929.
Una casa de la Troya donde vivían familias enteras en dos habitaciones en una edificación de dos plantas en una especie de “corrala” el estraperlo formaba parte del día a día de las gentes que vivían allí, por ejemplo “La Benita” solía vender aceite donde los niños con un bidón de dos litros y un esportillo de paja compraban, eso sí cuando la brigadilla no estaba claro, pero también se vendían judías, garbanzos, lentejas que sus gentes traían en bicicleta de otros pueblos para revenderlo, como Emilia tenía en su propia casa su cuarto donde vendía picon, petróleo, harina, patatas o Jesús que vendían berenjenas por la calles, también se vendían relojes, cadenas, medallas, cromos todo de estraperlo, también dentro de “La Troya” había una churrería en un rincón de su famoso corral, donde normalmente iban los domingos las gentes a comprar churros, también se celebraban bodas y otros eventos donde la participación siempre era comunitaria, ya que muchas familias que allí vivían durante todo el año en lo que se denominaba en esta época el derecho a cocina y baño que no era no mas que tanto la comida como sus necesidades eran comunitarias entre los vecinos y donde también los chicos de la época que jugaban en la calle pasaban por allí antes de ir a sus casas, sobre todo los niños que jugaban en el Arenal.
La casa de la Troya también servía para hospedar al “Teatro Chino” que se instalaba durante mas de medio año en la plaza del Arenal, es un caso común lo de esta casa de la que tan solo hoy queda el recuerdo de los habitantes que residieron en ella a los que les denominaron “los Troyos”, entorno a 10 o 12 familias que queremos con este pequeño artículo hacerles rememorar esa añoranza y ese recuerdo en estos días de feria.
Felices Feria y Fiestas 2017.
ALFREDO MUSULEN BENAVENT
Trabajador del Patronato Municipal de Cultura durante cerca de cuatro décadas, ha sido uno de los transmisores de la cultura en Alcázar durante mucho tiempo, por su experiencia y diferentes facetas artísticas, entre ellas la fotografía, nos ha dejado un importante legado en el archivo histórico municipal de Alcázar de San Juan. Junto al historiador Francisco José Atienza Santiago relata en este artículo los recuerdos de su infancia entre esta casa de la troya y el barrio el Santo donde pasó buena parte de su vida. D.E.P.

