Por Juan C. Romero.
Se dice que la memoria es traidora. O al menos muy creativa, y por eso cuando contamos los hechos del pasado parecen deformarse. De ahí los desacuerdos, las polémicas de los estudiosos de la Historia y hasta los conflictos en torno a lo que pasó o no pasó. Y no digamos el por qué y el cómo. La tecnología, efecto de la ciencia, parecía que iba a aportar claridad y distinción.
El siglo XIX trajo la fotografía (memoria congelada del momento) y en el XX llegaron la radio, el cine, la televisión. Sistemas de emisión de mensajes, pero, sobre todo, herramientas de registro y grabación, porque ahora la imagen de la vida se puede, de muchas maneras, almacenar. Así parecería que los acontecimientos quedarían fijados, de forma exacta e indudable. Pués no. Seguirá habiendo desacuerdos históricos.
Jorge Luis Borges imaginó el mapa de un Imperio, tan exacto que reproducía cada metro del original, es decir, era rigurosamente otro imperio idéntico. El autor de esta ficción literaria concluye esta historia apócrifa explicando que las generaciones siguientes lo consideraron inútil y “no sin impiedad, lo entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos”. Añade que sus ruinas permanecen en el desierto, “habitadas por animales y mendigos”. Bien, hasta el momento la tecnología audiovisual no ha conseguido una copia completa de un imperio, de un país, de una ciudad o de un pueblo siquiera, pero si maneja y conserva fragmentos. En el siglo XXI, con dispositivos de grabación y almacenaje individuales y colectivos el mosaico de imágenes será inabarcable, aunque sea accesible mediante Big Data. Pero entretanto se pueden recuperar algunas cosas.
El entorno audiovisual contiene los grandes acontecimientos de los últimos decenios, los grandes discursos y las grandes catástrofes, pero también almacena y puede reproducir objetos más pequeños, escenas cotidianas, instantes del pasado. Como ha hecho la fotografía durante más de un siglo (y lo seguirá haciendo de forma masiva mientras existan teléfonos móviles). En Alcázar de San Juan existe más de un archivo de fotografías e imágenes en movimiento. Hay alguna grabación anterior puntual, pero desde al menos los años 60 del siglo XX hay un registro audiovisual continuado, como los trabajos del pintor José Luis Samper para la televisión nacional (TVE). A partir de 1990 (con algunos ensayos previos) comienza a emitir la televisión municipal, con programas y reportajes centrados en la vida social, económica y política de la ciudad.
Desde aquí vamos a intentar una nueva ojeada al archivo de la TV Local, que tantos nombres ha tenido. Alcázar Televisión, ATV, Alcázar Digital, SDM y Manchacentro televisión han sido algunos, pero es más conocida como Telealcázar, un nombre que nunca tuvo. En este repaso a la historia reciente vamos a empezar con una nueva fórmula de recuperación de los contenidos televisivos del pasado, el que ha elegido Pedro J. Vázquez para reproducir las imágenes del archivo. Se trata de “Viaje VHS”, en referencia al sistema de grabación de las televisiones humildes en los años 90. En adelante recuperaremos otros contenidos y programas del pasado. A ver si confirman o desmienten a nuestra frágil y elástica memoria.